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Mensajes de Navidad (2009-2017)




Mensaje de Navidad (2017)

En el caminar tierra pisada de cansancios nos salió al encuentro
el Verdadero Camino y nos hizo mensajeros de su buena Noticia.

 

José y María van haciendo camino hacia Belén con muchas dificultades. En el misterio de Dios ellos saben que llevan algo divino pero aún no vislumbran que, como caminantes y peregrinos, están llevando al Verdadero Camino que el Padre envía al mundo.

Piensan llegar a la ciudad de David donde a María le llegó el tiempo de ser madre; creen que allí era el final del trayecto recorrido... pero Dios les tenía preparada una nueva misión que los pondría otra vez en camino, tierra pisada de cansancios.

Hoy “El Camino” ha venido a nosotros, nos sale al encuentro y nos invita a salir al encuentro de todos, especialmente al encuentro de los que sufren cualquier tipo de marginalidad. Allí nos hemos encontrado con Dios y con nuestras mejores posibilidades que nos hacen mensajeros.

El Mensaje del que viene es sencillo pero profundo. Todos lo comprenden pero no deja de ser un misterio. Da paz interior pero a la vez genera una inquietud de salir a compartirlo, de no poder guardarnos tanto tesoro sólo para nosotros. Va naciendo entonces el deseo de ser “mensajero de la Navidad”, porque se nos promete una felicidad generosa: “Qué hermosos son los pies del mensajero, del que trae la buena noticia…”.

Ya no tenemos un corazón huérfano, hemos escuchado la llamada que nos hace hijos de Dios en el Hijo y hermanos entre nosotros. Esta certeza crea una “consistencia siempre renovada” capaz de gestos de grandeza que ni pensábamos y nos lanza al camino, porque él mismo es El Camino para andar como pueblo, porque nos convoca y va delante de nosotros.

Que no nos distraigan las urgencias, las obligaciones, las angustias en los márgenes y en los callejones de la desesperanza, la indecisión o el cansancio. Ni el miedo al silencio del desierto ni las ilusiones mágicas del engaño…

La vida de las primeras comunidades cristianas es planteada en los Hechos de los Apóstoles como los seguidores del Camino[1]. Al final del capítulo quinto los que habían sufrido por el nombre del Señor, no dejaban de compartir en el templo y por las casas la Buena Noticia de Cristo Jesús.

El mensajero de la Navidad es alegre, audaz, cercano y valiente porque sabe que la buena noticia que lleva es superior a él. Su mochila va cargada de deseos de servir, de hacer el bien,  de hacerse prójimo… y trabajar en comunidad, en RED, como la Iglesia que se siente Misionera porque es enviada a salir, a no quedarse en el encierro sino a llevar esta Buena Noticia de la Salvación, siempre un poco más allá, a gastarse y desgastarse. Más allá de mi comodidad, más allá de mi círculo, más allá de mi seguridad y de la seguridad de los que ya tienen el “cielo adquirido” o se refugian en su propia estructura caduca, o calculan queriendo los primeros puestos o ponen excusas o distancia… no una distancia prudente sino una distancia elitista, eticista y  aséptica.

Ojalá que no renunciemos a ser Mensajeros de la Navidad: Dios ha venido en carne y ha puesto su carpa entre nosotros. No desaprovechemos este momento especial, gozoso, prometedor y agraciado.

Que como el profeta proclama: “Necesitamos ojos para ver, oídos para escuchar y corazón para entender”[2]. Agregaría: y voluntad para lanzarme al Anuncio como Mensajero de la Navidad.

Nada es pequeño a los ojos del Señor, desde la pequeñez y la fugacidad que nos propone Navidad, este “Dios con nosotros” recrea nuestra esperanza desde la prometedora Palabra del amor de Dios. Que la actitud disponible de María y de José, caminantes con el Amor en el regazo, nos  sostengan y animen.

Por Él, con Él y en el Niño Jesús que viene, hay esperanza confiada si la Navidad nos encuentra discípulos en salida en y desde el Camino: Mensajeros de la Buena Nueva.

 

+ Mons. Jorge R. Lugones SJ
Obispo de la Diócesis de Lomas de Zamora

[1]Hch. 9,2;18,25;24,22

[2]Is 6,9-10

 


 

Mensaje de Navidad (2016)

“Navidad, tiempo de nacer y renacer”
“En el año cinco mil ciento noventa y nueve de la creación del mundo,
cuando Dios creó el cielo y la tierra… en el cuarenta y dos del imperio de Octavio Augusto…
en la sexta edad del mundo, Jesucristo, Eterno Dios e Hijo del Eterno Padre…
concebido del Espíritu Santo, y después de pasado nueve meses de su concepción,
nace en Belén de Judá, de la Virgen María, hecho hombre…”

(Pregón del Martirologio de Navidad)

 

Tiempo de Navidad, tiempo de nacer y renacer ante el misterio más grande de la historia: Jesús nace en Belén y nosotros queremos renacer a la gracia que nos trae. Momento para orar, hacer silencio, contemplar y confirmar nuestra pertenencia como Comunidad de discípulos para salir al encuentro de nuestras periferias existenciales con la luz de la Buena Noticia, haciendo carne la prioridad elegida en nuestra Asamblea Diocesana 2016[1]: “Iglesia más abierta y cercana a todos”.

Tiempo de nacer y renacer desde la memoria agradecida por tantas gracias recibidas, acción de gracias por lo que el Señor nos permitió vivir este año: planificar, vivir, realizar, experimentar, proyectar juntos incluso en este fin del año; momento del recuerdo de los deseos que no pudieron ser, de las cosas que se quedaron a medio camino, tal vez de las frustraciones o desesperanzas que no nos han dado paz.

“Cuando un sosegado silencio todo lo envolvía, y la noche se encontraba en la mitad de su carrera, tu palabra omnipotente, cual implacable guerrero, saltó del cielo, desde su trono real, en medio de una tierra condenada al exterminio” (Sab. 18,14ss).

Este silencio obsequioso y expectante, como la espera confiada de algo bueno por venir, prepara el corazón del pueblo de Dios para recibir esta Palabra hecha carne, visible, amorosa, que ilumina, contiene, anima y recrea la esperanza. Es tiempo de nacer y renacer.

“Un niño les ha nacido”, qué hermosa y esperanzadora imagen nos presenta la Palabra de Dios: un niño nacido. Hoy como en otros momentos de la historia no todos los niños son bien recibidos. Es duro ver a nuestros niños, tan pequeños, gambeteando los autos para limpiar vidrios, trabajando en lo que pueden: reciclando basura, pidiendo, inhalando, arriesgando la vida y la inocencia en las noches, porque ya no hay hora para volver a casa, o ya no quedan referentes para volver.

Nos hacemos cargo del “Compromiso social desde la fe en los adolescentes y jóvenes”, otra de las prioridades diocesanas elegidas.

Necesitamos llegar a los adolescentes cansados de la vida, tristes, cercados por el miedo al futuro, y muchas veces al presente. Es que, ¿nacieron sin esperanza?, ¿cómo pedirles que confíen si no hay en qué, ni en quién confiar? Pareciera que todos los males son a causa de la pobreza, de la falta de cosas y, sin embargo, en Navidad el Niño nace en la pobreza, débil, amenazado, tempranamente perseguido, de padres desocupados…

Entonces, dónde está la esperanza de esta familia con tantas limitaciones, dónde está la esperanza de un pueblo esquilmado y sin referentes. Precisamente, en la debilidad del Niño: un niño nos ha nacido, sí, la fe no se deja oscurecer por el brillo de lo inmediato, sí, la fe se ha hecho camino que nos sale al encuentro, si, la fe genera esperanza para abrir la puerta del corazón, si, la fe se hace realidad creativa en el amor que es capaz de borrar tantas heridas; como dice el poeta: “Jesús es la esperanza, que mantiene la fe viva, y enciende el amor, para borrar las heridas”. Entonces es tiempo de nacer y renacer.

Como comunidad diocesana nos animamos unos a otros desde la otra prioridad diocesana: Iglesia solidaria y samaritana en salida a las periferias existenciales que nos reclaman acompañar toda injusticia y sufrimiento, soledad y temor, ayudar a nacer y renacer desde el mandamiento del Amor.

Como María y José hay que salir para encontrar, desinstalarse para buscar, hacer un audaz camino para anunciar esta buena noticia, hacer lugar para donarse al amor, dejarse iluminar para ser luz, tender los brazos para arropar y abrazar, nacer y renacer, creer para confiar y esperar.

Nuestra evaluación en este año de siembra es alentadora, sentimos un aire fresco de evangelización que nos anima a seguir anunciando la Buena Noticia desde la Misión Permanente en REDd; aun reconociendo que la semilla es abundante y el terreno preparado escaso, queremos con ardor esperanzado seguir anunciando la alegría del Evangelio que transforma, sana y da paz, para llegar a los más alejados de nuestros barrios.

Nada es pequeño a los ojos del Señor, desde la pequeñez y la fugacidad que nos propone Navidad, este “Dios con nosotros” recrea nuestra esperanza desde la prometedora Palabra del amor de Dios. Este acontecimiento no se nos da totalmente preparado para consumir, así como rumiamos la Palabra para que de su fruto, hay que trabajar la tierra del propio corazón (salir de sí mismo).

Por Él, con Él y en el Niño Jesús que viene, hay esperanza confiada si la Navidad nos encuentra como discípulos en salida.

Preparamos el pesebre viviente en nuestro corazón, abriéndonos a las prioridades diocesanas, con la sencillez y el consuelo del que viene a nacer en la pequeñez humana para hacernos renacer a la grandeza del Amor divino.

¡Muy Feliz Navidad y buen comienzo de año para todos!

 

Mons. Jorge R. Lugones S.J.
Obispo de la Diócesis de Lomas de Zamora

 

[1]Cuatro prioridades elegidas en la Asamblea diocesana 2016: Iglesia más abierta y cercana a todos. Iglesia solidaria y samaritana. Compromiso social desde la fe en los adolescentes y jóvenes. Misión Permanente en REDd (Reflexión Evangélica domiciliaria diocesana)

 


 

Mensaje de Navidad (2015)

“Miren les doy una Buena Noticia,
una gran alegría para todo el pueblo…
hoy les ha nacido el Mesías y Señor”.

Ya llega la Bondad de Dios, la Palabra encarnada ha puesto su carpa entre nosotros, la carpa es para levantar y andar: peregrinar. Jesús pisa nuestra tierra, deja sus huellas, contempla la creación, no solo mira la humanidad, sino que la contempla y la recrea. El nos envía: ¡imitémoslo!

El mensajero de la Navidad es alegre, audaz, cercano y valiente porque sabe que la Buena Noticia que lleva es superior a él. Su mochila va cargada de deseos de servir, de hacer el bien,  de hacerse prójimo… y trabajar en comunidad, en red, como la Iglesia que se siente misionera porque es enviada, a salir, a no quedarse en el encierro, sino a llevar esta Buena Noticia de la Salvación, siempre un poco más allá, a gastarse y desgastarse. Mas allá de mi comodidad, más allá de mi círculo, más allá de mi seguridad y de la seguridad de los que ya tienen el “cielo adquirido”, o se refugian en su propia estructura caduca, o calculan queriendo los primeros puestos, o  ponen excusas o  distancia, no una distancia prudente, sino una distancia elitista, eticista y  aséptica.

Cuánta gente que no viene al templo tiene deseos de Dios, deseos que se les anuncie la Palabra, pareciera que el número de la Parábola del Buen Pastor se ha trastocado: tenemos una en el corral y noventa y nueve afuera esperando el anuncio. Por eso proponemos: LA MISIÓN PERMANENTE DE GRUPOS RED (Reflexión Evangélica Domiciliaria), el Evangelio del domingo en casa; la Palabra misma nos dice que las primeras comunidades compartían el “Pan de la Palabra” por las casas

Abramos la puerta de nuestra casa a un grupo RED, abramos la puerta del corazón al Evangelio, para compartirlo y vivirlo.

La familia en Belén recibe a todos, tal vez porque su cueva no tenía puerta, o tal vez porque el corazón tenía la puerta abierta.

“Miren les doy una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo… hoy les ha nacido el Mesías y Señor”.

Que la Nochebuena que nos trae Jesús y el día glorioso de su nacimiento, nos encuentre con el corazón abierto a buenos deseos, que impliquen la generosidad, la cercanía, el encuentro, el perdón y la esperanza, sabiendo que Dios está aún hoy más cerca de nosotros, porque es Dios con nosotros.

¡FELIZ NAVIDAD PARA TODOS!

Mons. Jorge Lugones SJ
Obispo de Lomas de Zamora

 


 

Mensaje de Navidad (2014)

La belleza de Dios en el hombre: “don para los demás”

 

Nos dice San Juan en ese hermoso prólogo de su Evangelio: “En el principio ya existía la Palabra en Dios, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios”.

Toda la creación comenzó a existir, por la Palabra de Dios. De modo que esa Palabra de Dios, que es Dios mismo hablándonos, ya existía, y Él le dio el ser a las cosas, y sigue trabajando en las cosas creadas… La belleza de la creación, pues, fue hecha por la Palabra, y esa Palabra eterna de Dios, vino ahora a hacerse hombre; ya no es una Palabra antigua que solo se refleja en un mundo lejano, es una Palabra que viene a habitar en medio de nosotros.

Pero Cristo, así como es la revelación de Dios, es la revelación del hombre. El misterio del hombre no puede entenderse si no es en Cristo. Cristo revela el hombre, al mismo hombre.

Cuando se olvida uno de Cristo, convierte todas esas capacidades humanas, inteligencia, libertad, amor, capacidad de compartir y de organizar la tierra, cuidar la creación, en un sistema depredador, de opresión, de esclavitud, de odio, de venganzas. Cuando se empodera con ansias de dominio, cuando se encierra en el egoísmo este retrato de Dios que es el hombre, se hace desagradable, casi inhumano en los rostros del codicioso, del traficante, del “testaferro”, del prepotente, del usurero, del difamador o descalificador crónico, del calumniador, del mentiroso, del coimero, del golpeador, del violento, del que desprecia su propio hogar…

El hombre no encuentra el sentido de su vocación sino es enCristo; es por eso que en medio de la propia pobreza, miseria, opresión, cautiverio, desesperanza, no aceptación de uno mismo o de los otros, no debemos olvidar nunca que somos impronta, es decir,“imagen de Dios”: la belleza de Dios en el hombre.

“En ella (la Palabra) estaba la vida y la vida era la luz de los hombres”…

Por esto la Iglesia es tan celosa de los derechos humanos, y el primero es el derecho a la vida, a la dignidad y la libertad humana, ella grita como una madre que siente que le atropellan a sus hijos cuando ve que lastiman la imagen de Dios y  que ella constantemente tiene que volver a su original belleza: en el rostro del indigente, el desocupado, el sufriente, el despojado de la tierra para su subsistencia, el anciano abandonado, el depresivo, la mujer golpeada, el niño “huérfano” con alguno de sus padres vivos, la adolescente embarazada o cooptada por las redes de trata y narcotráfico… Porque Dios le ha encomendado a la Iglesia la prolongación de esa impronta de Dios, de ese sello del Señor, comprendemos entonces nuestra propia dignidad y la reconocemos cuando el otro es: “un don para mí”.

En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres; la luz brilló en las tinieblas pero las tinieblas no la comprendieron

Esta Iglesia, se desarrolla también en una noche de tinieblas, tinieblas también hacia dentro de la Iglesia maltratada por los escándalos y abusos de poder. Las tinieblas no lo pudieron comprender. Qué triste pensar que esta luz, que esta vida de Dios, que este amor infinito que el Padre nos da en Cristo y que la Iglesia sigue ofreciendo a los hombres, los hombres no lo quieren comprender.

No es que Dios haya hecho a unos capaces y a otros incapaces de comprender el mensaje de Cristo; el secreto está en la libertadde cada uno, el secreto está en la buena voluntad con que unos acogen y reciben, como María, José y los pastores, al Jesús que nace en Belén. Mientras que otros como Caifás se refugian en su codicia, o Herodes en su vanidad, o como Pilato empecinado en su orgullo, no se dieron cuenta qué tan cerquita estaba pasando la fuente de la vida eterna.

El Niño es la manifestación de Dios al hombre mismo: su dignidad en la pobreza, su grandeza en la humildad, su magnificencia en el despojo. Esa cara coloradita de niño recién nacido nos muestra que Dios antes de ser poder absoluto, ciencia absoluta, ser absoluto, es amor absoluto. En Navidad nace en Belén el Dios enamorado, que sale al encuentro de toda mujer y de todo hombre de buena voluntad.

La Navidad nos muestra que la grandeza de Dios no está en haber creado el universo entero, sino en haberse puesto en los brazos del hombre olvidándose de sus grandezas eternas e infinitas. La Navidad nos ha demostrado que el hombre tiene capacidad para recibir a Dios y hacerse uno con Él. En Belén, de repente, nos damos cuenta de que en el hombre cabe Dios. Este ser nuestro que creíamos pequeño y miserable se estira hasta llegar a la medida de Dios.

Los invito en esta Navidad a que intentemos descubrir la belleza secreta de la vida que nos vino a regalar Jesús, que no pasa tanto por lo superficial y sentimental, que puede al otro día dejarnos como siempre, sino, en abrirle el corazón a Dios para que El mismo lave nuestras manchas, cure nuestras heridas, recree los vínculos, restablezca los verdaderos valores, nos haga ciudadanos responsables, buenas personas, limpiando nuestra turbia mirada para contemplar y recrear la belleza de Dios en el ser humano, capaz de hacerse: “don para los demás”.

¡Feliz Navidad para todos!

Mons. Jorge Rubén Lugones s.j.

 


 

Mensaje de Navidad (2013)

“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz;
a los que habitaban en tierra de sombras una luz
les ha brillado… Porque un niño nos ha nacido,
un hijo se nos ha dado…su nombre es: Consejero
prudente, Dios fuerte, Padre para siempre,
Príncipe de la paz” (Is. 9,1-6).

Queridos hermanos y hermanas:

Navidad es tiempo de gracia y bendición. Nos regala la luz que “Dios con Nosotros” trae para los que quieran recibirla. Esta luz es capaz de iluminar los corazones y las voluntades de muchos, porque no es una luz pasajera, fugaz, es la luz del Espíritu que al iluminar las situaciones y el mismo corazón del hombre es capaz de consolar, de ayudar a ver la realidad con una esperanza nueva.

Ante la destrucción de Israel y el destierro [1], ante la crispación del pueblo, la oscuridad del azote de la guerra, la desesperanza y la falta de líderes que pudieran acompañar, orientar y proteger al pueblo debilitado, el profeta Isaías proclama un poema, le propone un anuncio de parte de Dios inesperado, la luminosa gracia de que en medio de la oscuridad se pueda ver: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. A los que habitaban en tierra de sombras una luz les ha brillado…”

Nuestro sociedad parece llegar al fin de año ensombrecida por la falta de propuestas claras, durables en el tiempo, previsibles, las tinieblas de la inequidad (desigualdad), el resentimiento, parecen haberse instalado de forma cruel; una mínima parte de la población disfruta de una vida acomodada comprando compulsivamente, y la gran mayoría sigue sumergida en “sombras de muerte”: droga, violencia, robos, saqueos, trata, trabajo esclavo incluidos los niños y adolescentes, corrupción política y social, cerrazón de mentes y criterios, estructuras caducas … males sociales que se van arraigado en la comunidad y que parecen no nos dejan mejorar y nos sumergen en sombras de muerte.

El profeta parece anunciarnos a nosotros hoy esta claridad para poder ver con nuevos ojos, los ojos de la esperanza, la mirada de la fe, la luz del amor que es capaz de vencer las tinieblas más oscuras.

Navidad no es una fiesta más, es un tiempo de cercanía de Dios a todo hombre y a toda mujer que abre su corazón. La cercanía y la confianza que da Dios en la persona de un Niño, el niño nos expresa la espontaneidad, la sorpresa, la inocencia, la intención sana, la falta de dobles: “Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado”, está expresando la alegría de la vida que se nos regala, sin pedir nada a cambio y la felicidad de sentirse padre, madre, tío, abuela, es la esperanza de la descendencia, como me decía un amigo: la riqueza de los pobres son los hijos, cuánto más si el que viene a nosotros es Dios Hijo: porque un hijo se nos ha dado.

Dios Hijo hecho Niño es llamado:

Consejero prudente, cuánta necesidad tenemos como cristianos de la prudencia que es una virtud inspirada por el Espíritu Santo. No se trata de hacer todo bien o que todos hablen bien de vos o tengan que aprobarte, es decir, contemporizar, consentir, transigir, sino del que escucha y se hace aconsejar, del que aprende a discernir los signos de los tiempos, darse y dar de su tiempo y animarse a enfrentar el conflicto, con prudencia pero con decisión.

Dios fuerte, pero en la figura de un niño, dirá Pablo cuando soy débil entonces soy fuerte, necesitamos trabajar la tierra del corazón para generar la virtud de la humildad, que nos aleja de toda prepotencia, autorreferencialidad y ambición.

Padre para siempre, hoy que la paternidad está tan debilitada, padres-madres, que no se hacen cargo, padres por encargo, abuelos y abuelas que habiendo cumplido con su misión deben volver a los pañales, a educar, poner límites, trabajar, cuidar…

Dios no abandona nunca, aunque tu padre o tu madre te abandonen, Jesús en la Navidad nos muestra que Dios es Padre para siempre, nunca te abandonará, siempre te perdonará, el es fiel.

Príncipe de la paz, el portador de la paz que nos asocia a la irrenunciable tarea de aportar al Bien Común: aportar al Bien Común nos da un sentido de projimidad, no sólo de “ser”, sino también de hacernos prójimo; esto implica la cercanía, el encuentro, el respeto, el diálogo. También considerar sus necesidades materiales y de justicia, especialmente de los más postergados, hoy también excluidos. Este bien común debe inspirar una actitud y un pensamiento crítico, para señalar el origen de la inequidad y las causas de las injusticias, pero también debe proponer modos de solución, que impliquen un compromiso personal y comunitario.

Deseamos para todos que Jesús en Navidad nos regale desde su luz que no encandila: su sencillez que nos hace prójimos sin distancias, la cordura que propone la prudencia, nos saca de la oscuridad de la ofuscación; y la austeridad de la crítica y la descalificación para proponer, promover, pensar y empezar a hacer realidad una justicia demasiado largamente esperada.

Pedimos a María, la Estrella que refleja la luz de Dios, que en este tiempo ilumine nuestro caminar y  junto a la generosidad resplandeciente de San José le regalen al pueblo que caminaba en tinieblas” una gran luz: la luz de Jesús en Navidad.-

Mons. Jorge R. Lugones S.J.
Obispo de Lomas  de Zamora

 

[1] Este poema fue dicho posiblemente en el año 732 AC cuando el rey de Asiría, destruyo a Israel y llevó cautivos a una parte de la población…. Dispersos entre los paganos salían de la historia sagrada para entrar en las tinieblas. La liberación que se le promete es un reino de paz asociada a la llegada del Emmanuel, el niño recién nacido (Biblia Latinoamericana, con nota)

 


 

Mensaje de Navidad (2012)

“Juntos hacia una Iglesia abierta, solidaria y misionera”

 

Desde este lema diocesano, que deseamos no sea un “slogan” [1], sino un verdadero compromiso de oración, reflexión y pertenencia a una Iglesia peregrina, que en el camino de la entrega va reconociendo tanta gracia y bondad, de este Dios Niño que viene a salvarnos.

Crucemos a Belén, a ver lo que ha sucedido y nos ha comunicado el Señor.

La comunidad de los pastores se moviliza, juntos van hacia Belén…

Juntos hacia, indica un ambiente de cercanía de encuentro, de deseos comunes, de sueños compartidos, que pareciera que ya se echan a volar “hacia”, es decir con una dirección y un poco más allá de nuestra gris rutina.

Los pastores: fueron y encontraron a María a José y al Niño recostado en un pesebre, (Lc 2,16). Se encontraron con una familia.

Hacia una Iglesia como familia, como lugar de acogida y de encuentro entre distintos, cada uno con su identidad personal, como espacio posible para la búsqueda, como dialogo sincero, donde podemos disentir, y seguir respetándonos y aceptándonos.

Iglesia familia que como la de Nazaret está en camino, no ha llegado aún, pues siempre está esperando y andando, pero con la firme esperanza: de que la promesa se cumplirá.

Abierta: porque tenemos un mandato del Señor: Ámense unos a otros como yo los he amado, (Jn 15,12). Tanto en la familia como en la comunidad no elegimos, aceptamos, estamos necesitados de los otros, que son nuestros prójimos, que tienen que ser el rostro de Cristo para nosotros.

            Abierta aún a los que hoy se cuestionan la fe, a los que ni siquiera se la cuestionan, a los que nos cuestionan como institución, a veces no sin razón. Abierta porque Jesús tiene siempre la puerta del corazón abierta y nos invita a imitarlo.

            Solidaria: porque ninguna familia puede ser una isla, necesitamos de los demás y los demás nos necesitan, cada uno con su aporte, con lo bueno que tiene de sí mismo, y también con la riqueza que otro le puede aportar. Solidaria porque ha hecho una opción preferencial por los mas pobres y sufrientes, aunque muchas veces no llegamos a acercarnos a las expectativas posibles.

            Como la familia de Nazaret siempre necesitamos de los demás, pese a los momentos de soledad, como los que pasaron María y José. Pero no por mucho tiempo, pues Dios siempre se hace cercano, porque ante el anuncio de los ángeles a los pastores, su pobre lugar en Belén se hace vecindario concurrido, como cuando hacemos fiesta por el bautizo de una criatura, celebramos juntos, celebramos con esperanza.

            Dice Anzi: en la seguridad de la esperanza, desconfiar, desesperar, es ofender el amor, negar el sentido de la vida humana, caminar a ciegas tanteando la nada… la esperanza es una fuerza para crecer, como el polen fecundo que cuaja en el vientre de la flor[2].

            Miren les doy una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo… hoy les ha nacido el Mesías y Señor, (2,10-11).

            Misionera porque es enviada, a salir, a no quedarse en el encierro, sino a llevar esta Buena Noticia de la Salvación, siempre un poco mas allá, a gastarse y desgastarse. Mas allá de mi comodidad, mas allá de mi círculo, mas allá de mi seguridad, y de la seguridad de los que ya tienen el “cielo adquirido”, o se refugian en su propia estructura caduca, o calculan queriendo los primeros puestos, o ponen excusas, o distancia, no una distancia prudente, sino una distancia elitista, eticista y aséptica.

            La familia en Belén recibe a todos, tal vez por que su cueva no tenía puerta, o tal vez porque el corazón tenía la puerta abierta.

            Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios (Lc 2,20).

            Responder al anuncio, lanzarse a la misión, nos llena de gozo al ver que podemos con otros que ni imaginamos, glorificar y alabar a Dios. Anunciamos en la fe y desde la fe a Jesús: Dios con nosotros, y también somos confirmados en esa misma fe, pues el Espíritu mueve los corazones y las voluntades para el Amor.

            Dice Anzi: en los sinsabores de la vida vamos llevando nuestra carga: una alforja de penas y otra de trabajos, pero en medio, la alegría de Dios que vamos gritando día y noche como un pregón[3].

            Que la Nochebuena que nos trae Jesús y el día glorioso de su Nacimiento nos encuentre con el corazón abierto a buenos deseos, que impliquen la generosidad, la cercanía, el encuentro, el perdón y la esperanza, sabiendo que Dios está aún hoy más cerca de nosotros, porque es Dios con nosotros.

            Que la Virgen Madre nos abrace con la ternura que arropó al Niño y que el silencio decidor de San José nos enseñe la paciencia, la constancia y la espera confiada.

            ¡Feliz Navidad y buen comienzo de año para todos!

 

+Mons. Jorge Rubén Lugones s.j.
Obispo de la Diócesis de Lomas de Zamora

 

[1] Bergoglio, J. Reflexiones en esperanza, Univ. del Salvador, 1992. “Los “slogans” son la herramienta motora de los nominalismos al servicio de los valores transversales (valores comunes). El lema es bueno si tenemos el coraje de resituarlo en la intención de Jesús: un mandato nuevo que constituye, consolida y edifica aquí y ahora”.

[2] Anzi, A. ¿Dónde está Dios? Editorial Patria Grande, Buenos Aires, 1986.

[3]Anzi, Ibid.

 


 

Mensaje de Navidad (2011)

 ¡Salgamos al encuentro del Señor que viene!” 
Dicen que nació en Belén de Madre Virgen un Niño que vino a traer la paz
que el mundo había perdido. Dicen que nació en Belén según estaba predicho…
Qué bien si también naciera en tu corazón y el mío [1].

 

El Señor viene como niño en Navidad, salir a su encuentro es salir de sí mismo… el que sale de algún modo debe desinstalarse, no se puede andar con la casa a cuestas. San José sólo puede llevar a María embarazada y no mucho más, ellos deben salir de Nazaret, donde viven, y peregrinar hasta Belén, porque lo manda la autoridad. Para que se dé el encuentro es necesario salir, Jesús Niño viene y al salir a su encuentro necesitamos alivianar la carga. Por lo tanto, salir al encuentro nos tiene que motivar a alivianar la mochila de cosas, de inquietudes, de preocupaciones, de estructuras y criterios rígidos, de sueños imposibles, porque el encuentro tiene un tiempo, un lugar, una manera… y queremos disfrutar del encuentro en esta Navidad.

María y José no tienen lugar cuando llegan a Belén, “no había lugar para ellos en el albergue”, y deben salir al campo, no saben muy bien adonde pero el Señor siempre provee, aunque sea un pesebre, un lugar para el encuentro.

Encuentro es no excluir a nadie, salir de nuestro propio interés y egoísmo, y con creatividad hacernos hombres y mujeres “para los demás”;es achicar distancias, para acercarnos bien a los otros, sin doblez.

El encuentro lo podemos visualizar, por ejemplo, en la imagen de la “doña del merendero” que viene con las bolsas y los chicos le salen al encuentro, ella salió cargada y ahora ellos la encuentran y le alivianan la hermosa carga que se convertirá en mesa compartida, en la alegría de tomar juntos la leche o el mate cocido, el pan o las facturas que algún generoso les donó. ¡Cuánta buena gente sale al encuentro del Señor que viene!

Los pastores ante el anuncio de los ángeles también dicen, salgamos, “vayamos a Belén”, salgamos al encuentro de este niño que nos ha nacido.

También nuestros misioneros y evangelizadores salen a nuestros barrios, por las casas y cuando los reciben, poco a poco, después de atar los perros, se da el encuentro y la alegría de la Palabra compartida que deja paz interior.

Nos desafía también la prioridad diocesana, este salir al encuentro de los adolescentes y jóvenes que no están en nuestras comunidades, es que si no salimos no se dará ese encuentro. El Señor está cerca de cada uno, pero muchas veces necesitamos que alguien nos lo diga, necesitamos escuchar las palabras que alientan cargando nuestra vida de sentido y de esperanza: ¡cuenta con Dios! Él te ama, está cerca, y mientras te convences, y andas tu camino de encuentro: ¡Cuenta conmigo!

Salen en Navidad los laicos con este mensaje: “Nace Jesús nace la vida”, van por nuestras calles, peatonales, shoppings, donde se mueve la multitud de la gente, y les proponen detener un momento su agitado andar, para el encuentro con el pesebre, con la Palabra, con una bendición que imparten y reparten nuestros pastores.

Cuántos hermanos nuestros de países vecinos, o del interior de nuestro país, debieron salir como Abram de su tierra: “Deja tu tierra y tu casa y ve…” (Gen 12,1), han tenido que dejar su lugar de origen, a ellos también el Señor les sale al encuentro en esta Navidad para aliviarles la nostalgia de su tierra, devolverles la buena memoria de su propia historia, escuchar los deseos de su corazón y anunciarles la buena noticia.

Salen nuestros voluntarios: los que dan la catequesis, que preparan los pesebres, los que visitan los enfermos, los que se hacen cargo de los chicos de la calle, de los ambulantes que caminan las noches de nuestras ciudades para hacerse cercanos, reconocerlos prójimos y realizar el encuentro.

El evangelio de Mateo dice que “salen los magos…” de lejanas tierras, ellos han andado tanto tiempo para salir al encuentro del que viene, son hombre de esperanza, aún cuando la estrella que los guiaba se oculta por un tiempo, siguen buscando al que les saldrá al encuentro, pues los astros lo han anunciado. “Vayan, infórmense… y los magos partieron a Belén”. No se cansan en su búsqueda, pues a veces el encuentro se hace cuesta arriba, es costoso, necesita un tiempo, paciencia, esfuerzo y confianza, y en medio de la noche la estrella volvió a guiarlos y encontraron al “Príncipe de la Paz” y comprobaron “que el mismo será la Paz”.

Que San José nos ayude alivianar nuestras cargas para salir un poco de nosotros mismos, para reconocer al que viene y salir a su encuentro.

Pidamos a la Madre con el Niño a Nuestra Señora de la Paz: “Paz para los que están lejos, paz para los que están cerca, la paz que supera la violencia y la inseguridad, la paz que es perdón y reconciliación, la paz social, fruto del amor y la justicia, la paz que nos regala el Niño Dios en Navidad”.

+Mons. Jorge Rubén Lugones, s.j.

 

[1] Meloni Aledo L., “La tentación de la palabra”, Coplas de Navidad. Ed. Librería de la Paz. Resistencia, 2004.

 


 

Mensaje de Navidad (2010)

“Anunciar a Jesús, es nuestro gozo”
En los sinsabores de la vida vamos llevando nuestra carga;
una alforja de penas y otra de trabajos;
pero en medio, la alegría de Dios que vamos gritando día y noche,
como un pregón. [1]

 

Queridas comunidades de nuestra diócesis de Lomas de Zamora, y hombres y mujeres de buena voluntad que residen en los municipios de Almirante Brown, Esteban Echeverría, Ezeiza, Lomas de Zamora, Presidente Perón y San Vicente: deseo expresarles mi más cordial cercanía.

Se acerca la navidad y todos pensamos un poco más en Dios y en el año que se termina. Tal vez nos quedaron proyectos, cosas por hacer, perdones que dar o pedir… Pero no nos quedemos sólo en las cosas que no fueron, dejemos que nuestra fe, esa que nos inculcaron nuestros padres, abuelos y padrinos, brote junto a nuestro deseo religioso de acudir a Dios, para agradecerle, pedirle, hablarle, cuestionarle o simplemente estar con Él, en silencio.

Silencio también había aquella tarde en que un mensajero de Dios llegó a la casa de la Virgen María. Contemplamos la presencia gozosa del ángel que recibe la misión de realizar el gran anuncio; nos rodea la alegría angelical de Gabriel, enviado a la tierra con la más grande y hermosa de las noticias: Concebirás y darás a luz un hijo que será llamado Hijo de Dios.

El gozo y el consuelo, como el niño que viene y está por nacer, es imparable porque nos permite dar a luz la alegría de Dios con nosotros, el gozo de haberlo encontrado y poder anunciarlo.

El mensaje del ángel se inicia con la exclamación ¡Alégrate, María! Es una invitación al regocijo personal, pero que supera lo propio para hacerse de todos; es universal, es decir, el niño no será solamente tuyo, será de todos, porque así lo dispone Dios; por eso, ¡alégrate! Porque la alegría es para anunciarla, para compartirla.

Y hay fiesta en el cielo porque la alegría es incontenible, lo trasciende todo, lo puede todo, y lo facilita todo. Y los ángeles no pueden dejar de contagiar este gozo y anunciarlo a la tierra sombría, entristecida y que ya no espera nada, porque ha perdido el rumbo: Y llegó el tiempo de Dios pa salú de los mortales, como un pimpollo que sale floreció el Divino Niño, y la Virgen con cariño lo envolvió con los pañales.[2]

Alegría: de “Dios con nosotros” y en medio de nosotros en la sonrisa tierna del Niño Dios que nos abre la puerta de su corazón, porque Él es la puerta de la salvación.

Como dice el poeta: Alegría que nos brota, vaya a saber de qué vertiente escondida.[3]

El Dios de la vida nos recrea en navidad, desde su debilidad e impotencia de recién nacido, y nos cuestiona ante la vida no nacida, ante el drama de adolescentes que no han recibido el cariño, la escucha, la palabra a tiempo y la contención que les haga valorar su propia vida y toda vida; ante un facilismo que propone sólo la satisfacción particular, por encima de todo, aún de la propia familia. Se hace cuesta arriba llevar el anuncio con gozo, cuando los adultos somos los que “hacemos la nuestra” y encima creemos que distraídamente podemos mirar para otro lado y justificarnos.

La alegría mira de frente la vida y la muerte. Es fruto del Espíritu. Una paz en el fondo de toda inquietud; una seguridad en medio de toda duda.[4]

Navidad también es dejarse sorprender por el Espíritu Santo, quien suscita en nosotros las buenas inclinaciones. Dejémoslo actuar, no le pongamos trabas, no lo entristezcamos (Ef 4, 30), permitamos que esas buenas inclinaciones triunfen sobre nuestra propias negatividades. Que esa parte enojada que exige amor, se deje amar por esa otra parte que dentro de nosotros es capaz de dar amor.

Los hombres somos unos seres tristes, insatisfechos y poco seguros. Hacemos ruidos para disimular la melancolía y el miedo; al fin tristes, porque no somos buenos y hemos perdido el arte de “vivir desde adentro”.[5]

María y José ante el niño, “viven desde adentro”, en el pesebre han abierto su corazón a Dios, y Dios los mira ahora “de más cerquita”, familiarmente. Pese a semejante regalo, para ellos las cosas no parecen ser más fáciles, al contrario, deben pasar por la dura prueba de la soledad, la exclusión, la pobreza, la desocupación, la lejanía de sus parientes y amigos, la violencia de Herodes, el destierro... Y sin embargo, sacarán lo mejor de ellos mismos desde su confianza en Dios, que no les simplifica todo, pero sí les da muestras de su amor, de su predilección, de su compañía en medio del desierto de las pruebas, saben que Dios siempre está con ellos.

Los primeros cristianos vivían alegres en medio de malos vientos: hablaban con Dios, con el Dios de la alegría y servían a Dios con alegría, como dice el salmo. Anunciar a Jesús era su gozo.

En navidad queremos acercar nuestro corazón al pesebre, viendo al niñito Dios sonreír y, como Él, abrirnos a la alegría que nunca nos defrauda. Contamos con Él, por eso, lo buscamos nosotros pero Él nos encuentra, y se hace encontradizo.

Él es la ternura que nos llena de alegría y es la Palabra que nos colma, nos consuela, nos trae la Paz, y nos envía, nos misiona.

Por eso repetimos que ¡anunciar a Jesús es nuestro gozo!

¡Feliz Navidad para todos!

+ Mons. Jorge R. Lugones sj
Obispo de Lomas de Zamora

 

[1]Anzi A., ¿Dónde está Dios? Editorial Patria Grande, Buenos Aires 21986.

[2]Anzi A.,  El Evangelio Criollo. Editorial Patria Grande, Buenos Aires 21980.

[3]Anzi A., ¿Dónde está tu Dios?, op. cit.

[4]Anzi A., ¿Dónde está tu Dios?, op. cit.

[5]Anzi A., ¿Dónde está tu Dios?, op. cit.

 


 

Mensaje de Navidad (2009)

“María, su madre, estaba comprometida con José y,
cuando todavía no habían vivido juntos, concibió por obra del Espíritu Santo” (Mt 1,18).

 

Querida Comunidad diocesana:

María ha escuchado al enviado de Dios: porque no hay nada imposible para Dios: “cuenta conmigo”.

María la joven-adolescente de Nazaret, está abierta al amor de Dios, ella quiere consagrarse al altísimo, sin embargo, acepta ser la esposa de José, como dice San Jerónimo: para que los judíos no la apedreasen como adúltera. María embarazada y en soledad, sólo ella conoce la gran noticia. Desearíamos escuchar a María: “cuenta conmigo, ¡Oh Altísimo, mi Dios y mi todo!”.

José es hombre de bien y decide no denunciarla, alejarse en secreto. María ha dado su sí a Dios, José, no puede entender, ha confiado en María, prefiere tomar distancia, “y mientras pensaba, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José hijo de David no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo”.

Desearíamos escuchar a José: ante el desconcierto y la angustia, no duda del Señor. José hombre piadoso, de inmediato en oración improvisa una beraka, que es una oración breve de petición a Dios: “cuento contigo: ¡Oh Señor de los Patriarcas!, Dios de mi pueblo, cuenta en todo lo que te pueda ser útil una criatura, cuenta conmigo”.

Cuando la mujer está próxima al parto rompe la bolsa, o el médico ayuda, porque esta cercano el nacimiento, va a dar a luz.

Si contamos con Dios, podemos salir y romper la bolsa, como el que va a nacer: romper la bolsa de mirarme a mí mismo, romper la bolsa de tantas soledades, y animarme a salir, a ver la verdadera luz desde la otra vereda: cuenta conmigo.

Enfrentar la vida como para muchos jóvenes de hoy, no es fácil, sobre todo cuando tenemos problemas, agresiones y violencia, que parecen sin solución, tenemos conflictos, que no sabemos cómo encararlos. La actitud de María es la confianza en Dios, la actitud de José es escuchar a Dios.

Esta contemplación de la angustia de María, del dolor de José, también es la de tantos chicos y chicas, que hoy no encuentran quien los pueda escuchar, alentar, acompañar; cuando los desalientos, las dudas, las incomprensiones, no les dejan romper la bolsa, y se les cierran los caminos para ver la luz.

El Señor está cerca de cada uno, pero muchas veces necesitamos que alguien nos lo diga: ¡cuenta con Dios!, el te ama, está cerca, y mientras te convences, y andas tu camino de encuentro: ¡cuenta conmigo!

Y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.

Dios con nosotros, también rompe la bolsa, y aunque pareciera que ya no hay lugar en nuestros corazones ocupados, satisfechos, atrincherados en nuestras seguridades, nos viene a decir: en mi corazón humano y divino siempre hay lugar, ¡cuenta conmigo!

Él es quien acampó entre nosotros y está al lado del Padre, el que nos ha mostrado a Dios tal cual es, como “gracia y verdad”. Verdad quiere decir: “Dios es así”; y gracia quiere decir: “Dios es amor puro y gratuito”. Ha querido venir hoy al mundo, al mundo que él ha creado y que le pertenece, y nos podría preguntar ¿cuento contigo? Hay muchos adolescentes y jóvenes que lo conocen porque algo han oído, otros nunca escucharon hablar de Él, otros no lo aceptan, porque les hemos mostrado una imagen tan lejana... y hoy podríamos decirles: está cerca tuyo, se hizo niño siendo Dios, Él sí que te comprende...

Como mamás, abuelas, padres, formadores, docentes, queremos reflexionar y también nosotros: “romper la bolsa”, y nacer a -la escucha- para con nuestros niños y adolescentes, hablarles bien, sin gritos y sin cansarnos, pues la semilla plantada, con el viento de Dios, no sabemos en qué momento dará su fruto.

Nacer a -la paciencia- que es no solo aguante, sino que debería ser también compasión, padecer con el otro, y muchas veces, ponerme en su lugar.

A la tolerancia, que es soportar a pie firme, y resistir. A la indulgencia, que sería el perdón y porque no, la dulzura (en latín indulgo es: conceder, e indulco: es hablar con dulzura). Recordamos aquel dicho del “Papa bueno: Juan”: “verlo todo, disimular mucho y corregir poco” (y -lo preciso- decían en mi casa).

En este “Año Sacerdotal”, en que toda la Iglesia reza por nosotros sus pastores, podríamos examinar: cómo hemos acompañado nuestra prioridad diocesana, si hemos animado a nuestros adultos en esta misión, con qué creatividad lo estamos realizando, cuál ha sido nuestra acogida cordial a los nuevos adolescentes y jóvenes, que quieren integrar nuestras comunidades.

Navidad no es sólo el nacimiento del Señor, debe ser también nuestro nacimiento, y puede ser el nacimiento de muchos jóvenes y adolescentes, que necesitan aun nacer, existir, tener un lugar, una identidad, un sueño... un gesto de cercanía: Hay muchos que no cuentan con nadie.

Debiera ser un acontecimiento extraordinario y único: ¿Qué debemos romper nosotros para nacer a los demás, para nacer con los demás, para que otros puedan reconocerse como amados y queridos? Que puedan también ellos experimentar, que unas manos abiertas los reciben, unos labios sonrientes los besan, unos brazos cercanos les dan el calor perdido... una palabra de ternura les acaricia el oído. Navidad es donación, entrega, ofrecimiento, romper la bolsa me pone a tiro del hermano, nacer a la luz del Amor de Dios, me hace reconocerme desde mi pobreza para que cuenten conmigo: con lo que soy y lo que tengo.

¡Señor que la ternura creadora de tu Palabra, en el respetuoso silencio de la noche, siga dando calor a la humilde carne, pues el bien no hace ruido, y el Espíritu, es capaz de recrear la esperanza!

¡Muy Feliz Navidad para todos!

 


 

Mensaje de Navidad (2008)

“Todos los ángeles del cielo se han extinguido poco a poco en el espacio.
Y sólo quedan las estrellas, que son las huellas luminosas de sus pasos.
La noche vuelve a su silencio, pero los hombres ya no están desamparados.
Porque en Belén hay un pesebre, y en él un Niño que ha venido a rescatarnos.
Y junto al Niño una Doncella: trono del Rey, fuente del Sol, raíz del Árbol.
Nido feliz de la Paloma, cauce de Dios, carne del Verbo soberano.
En un rincón de la caverna soy el testigo más inmóvil y callado.
Al contemplar lo que contemplo siento vergüenza de mi boca y de mis manos.
Entran sin verme los pastores, con sus ofrendas de corderos y de pájaros.
Pero Jesús vuelve los ojos y hacia el lugar en donde estoy tiende los brazos”

(Francisco Luis Bernárdez)

Querida Comunidad Diocesana:

“En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios… Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros” (Jn.1, 1.14).

            Jesucristo  está junto al Padre, es quien nos ha mostrado a Dios tal cual es, como “gracia y verdad”. Verdad quiere decir: “Dios es así”; y gracia quiere decir: “Dios es amor puro y gratuito”. Ha querido venir hoy al mundo, al mundo que él ha creado y que le pertenece.

             Hay muchos hombres que no lo conocen y no lo aceptan, pero a nosotros, que creemos y lo amamos, se nos ha dado la gracia de poder recibirlo en nosotros y darlo, compartiendo su Palabra: La noche vuelve a su silencio, pero los hombres ya no están desamparados.

            Dios Niño se hace cercano y se deja encontrar; para que  por El, con El, y en El, nosotros “lleguemos a ser hijos de Dios”, como dice la Escritura.

            Navidad no es sólo su nacimiento, debe ser también nuestro nacimiento. Porque en Belén hay un pesebre, y en él un Niño que ha venido a rescatarnos. Nosotros queremos acercar nuestro corazón al pesebre, y como él,  a la solidaridad que nunca nos defrauda. Lo buscamos nosotros pero el  nos encuentra, y se hace encontradizo. Es la ternura que nos llena de alegría, y es la Palabra que nos colma, nos consuela y nos trae la Paz.

Son las notas que quisiéramos rescatar en esta Navidad desde la presencia de Jesús nacido entre nosotros, Palabra de Dios encarnada: el encuentro, la cercanía, la solidaridad, y  la alegría de su presencia.

Podríamos hacer uso de la buena memoria y recordar: ¿Cómo vivimos en este año el  “encuentro” hacia los prójimos y para con Dios?. ¿Nos hemos evadido, no nos abrimos al prójimo, para hacer realidad la “Cultura del encuentro”? Porque encuentro implica darse al otro, respetando “su tiempo”, sin prejuicios. Encuentro, no es amucharse o convocar por nota, o un simple consenso.

Encuentro es no excluir a nadie, salir de nuestro propio interés y egoísmo, y con creatividad hacernos hombres y  mujeres “para los demás”;es achicar distancias, para acercarnos bien a los otros, sin doblez.

Cercanía: El Señor nos está mostrando su cercanía, que se hace solidaria en la elección de nacer pobre; y en la convocatoria de los ángeles a gente sencilla, a los pastores, sale al encuentro de todo hombre y de toda mujer de buena voluntad. Y su presencia en carne: la de un “niñito”,  nos llena de alegría, porque ha sido esperado desde siempre por el hombre. Así entonces la Palabra eterna de Dios se hace carne para acampar entre nosotros.

¿Cómo no acortar distancias, sosegar rencores, faltas de perdón, indiferencias y lejanías en esta Navidad?. Jesús se hace cercano a todos para que cada uno de nosotros nos acerquemos al pesebre,  es decir a la presencia de Cristo en el hermano alejado u ofendido, con sencillez, sin distancias ni resquemores, ni sospechas.

Solidaridad: Jesús es la roca que nos salva, en la fe creemos que este Niño Dios nunca nos defraudará, pero además es nuestro cimiento sólido donde apoyarnos, donde construir. La Solidaridad nos propone salir de nuestro propio yo para darme, para ser constante en el amor. No es verdaderamente solidario el que da una cosa o limosna en un momento de catástrofe, sino el que es constante en el amor al prójimo; y sabe darse a sí mismo. La coplita popular nos puede inspirar:

            “Si uno es sincero y es pobre,
             nunca va a dar lo que sobre,
             cuando se ofrece el Amor”

El nacimiento de Jesús es el acontecimiento de la historia, que nos toca a cada uno de nosotros, y que toca nuestros problemas de modo que podamos verlos con un corazón nuevo. Jesús “acampa entre nosotros” para recomponer el tejido humano destrozado, para hacer de nuevo un tejido verdaderamente humano. Jesús está entre nosotros para hacernos vivir con humanidad y dignidad estas cosas, para abrirnos el corazón y la inteligencia: “para toda palabra y obra buena”.

Alegría: de “Dios con nosotros” y en medio de nosotros en la sonrisa tierna del Niño Dios que nos abre la puerta de su corazón, porque El es la puerta de la salvación.

Queremos cantar con el salmista: “volvamos los ojos hacia el Señor y nuestro rostro se llenará de alegría”. Pero nos preguntamos:¿Cómo alegrarnos en medio de tanta violencia y sufrimiento, de tantos postergados y olvidados? ¿de tanta soledad y desamparo? . Los primeros cristianos esperaban la Navidad con gran alegría en medio de malos vientos.  Se acercaban al Niño y lo adoraban con sencillez de corazón; “hablaban con Dios, con el Dios de la alegría y servían a Dios con alegría”

En una palabra se necesita un nacimiento. Del modo que le tocó a la Familia de Nazaret: sin casa, sin trabajo, sin dinero, sin amigos, sin saberlo todo; pero con la gran esperanza de ser familia, de reconocerse ricos en la pobreza, con una confianza en Dios que superaba el despojo material, porque “Dios-con-nosotros”, les traía una gran alegría. Es una alegría familiar: Nuestro deseo de renacer y de que El siga naciendo en nuestro corazón.

María dando de mamar al Niño es la figura de la ternura, ella que recibió la Palabra primero en su corazón y creyó, luego,  pudo acunar la Palabra encarnada, y darla a los demás.

San José en el trajín de ser creativo ante la pobreza, las contradicciones, la sorpresa de Dios, los acontecimientos que se precipitan… se convierte en el hombre que le pone el hombro a Dios. 

Que la ternura de la Madre Virgen, el silencio creativo de José y la dulzura del Niño Jesús que nos mira y nos tiende sus bracitos, nos ayuden a encarnarnos como él en la vida de los más pequeños del Reino para ser:

Cercanía – Solidaridad - Encuentro y Alegría de “Dios con nosotros”.

¡Muy Feliz Navidad para todos!

                                                              Mons. Jorge Ruben Lugones s.j.
Obispo de Lomas de Zamora